Andrew Bird y sus notas agridulces

Por: Yoalli Rodríguez Aguilera


Su apellido lo devela todo. Un silbador profesional. Eso es Andrew Bird. Nacido en Chicago, este joven lírico toca violín, guitarra, mandolina y glockenspiel además de vocales. Lo que sobresale en Bird de otros cantautores es que él utiliza viejos instrumentos para darle un nuevo sentido al folk. Desde niño, sus influencias estuvieron fuertemente marcadas por la música clásica pero también le gustaba mucho el bluegrass. Durante los 90’s estuvo en una banda de swing, que reinterpretaba el sonido de los 30’s, llamada Nut Zippers en la que Bird tocaba el violín pero, debido a su gran habilidad y creatividad, decidió hacer su propio proyecto como solista.
Andrew Bird es considerado dentro de los géneros neoswing e indie rock. Digámoslo así: es el alumno y responsable de revivir el legado de Jeff Buckley. En 1996 sacó su primer material como solista, Music of Hair, que mezclaba blues, jazz y rock. En 2005 salió el Andrew Bird and the Mysterious Production of Eggs, para algunos considerado como uno de los mejores álbumes de indie de toda la historia. Es así que durante 10 años ha sacado varios discos, a cada uno poniéndole un sabor único, algunos más indies y otros más experimentales. Sin embargo, en esta ocasión quiero hablarles de su cuarto disco grabado en estudio: Armchair Apocrypha, lanzado en 2007 con el sello Fatt Possum.



El hombre pájaro de Chicago logra temas casi perfectos en las primeras cinco canciones en términos de composición, interpretación y melodía. Desde Fiery Crash hasta la rítmica Imitosis pasando por la deliciosa Plasticities, una de mis favoritas del disco, siempre acompañada de sus silbidos melódicos como un instrumento más. The Supine, la canción más corta del disco con tan sólo un minuto de duración, es un trip musical que no necesita voz, simplemente te lleva. Simple X es uno de los clímax del álbum mientras que Cataracts nos lleva en un recorrido a través del violín y el silbido. La última canción, Yawny at the Apocalypse, es el cierre perfecto: violines, una atmósfera instrumental y una voz melancólica que nos invitan a tumbarnos en la cama y cerrar los ojos mientras que te lleva al título de la canción: un Apocalipsis.




Para que se den una idea, el New Yorker, describió este álbum como “un álbum basto y optimista sobre cosas deprimentes” mientras que el New Times dijo que “el Sr. Bird convierte problemas existenciales en confecciones elegantes”. Para ir al grano: es un álbum agridulce, un oxímoron.

Este año, Bird acaba de sacar su último disco, Noble Beast, que sigue la línea de Armchair Apocrypha y que hasta el momento ha recibido buenas críticas. Habrá que escucharlo con mayor atención. Mientras tanto, en esta época caótica, nada como escuchar un buen disco que te relaja y que encuentra su toque único, su identidad. Estos minutos de música melancólica y exhuberancia, sin duda, ya son un punto de referencia para el folk contemporáneo.

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