King Khan and The Shrines The Supreme Genius of King Khan and The Shrines (2008)

Descendiente indirecto del emperador que construyó el Taj Mahal (cualquiera que sea su nombre, en realidad no importa ya que obviamente no tiene ningún parentesco consanguíneo con tan importante figura en la historia de la India, aunque ciertamente es hijo de padres indios y nacido en Canadá), heredero ilegítimo de la de-cadencia y actitud de James Brown, nos encontramos ante un personaje que llegó tarde por más de treinta años a su época. King Khan es un ente absurdo e indescriptible que viste trajes y camisas ultrasetenteros, collares que parecen hechos por un dentista de zoológico y un bigote que hubiera envidiado cualquier adolescente en los años cuarenta. Para crear una imagen mental un poco más clara, podríamos decir que fácilmente se confundiría con un galán bollywoodense al estilo del ídolo de la infancia de Jamal Malik en Slumdog Millionaire.
Musicalmente se hace acompañar por una exuberante banda llamada The Shrines, conformada por saxofón, trompeta, órgano y percusiones, además de los tradicionales guitarra, bajo y batería. Esta alineación típicamente funk suena precisamente a eso, aunque hay momentos a lo largo del disco en que la guitarra suena con más punch y los ritmos cambian, lo que da como resultado canciones que podrían clasificarse como rockabilly. Y por supuesto no podían faltar las baladitas lentas y románticas. Todo lo anterior con letras divertidas y jocosas que recuerdan ligeramente a Frank Zappa en la época de The Mothers of Invention.
Al parecer sus presentaciones en vivo se convierten en verdaderas fiestas en las que el autoproclamado rey pierde completamente la cordura revolcándose en el piso del escenario, desgañitándose en las narices de los que se encuentran en las primeras filas y terminando bañado en sudor como si acabara de salir de un baño turco. Una comparación ingenua podría ser con el inefable Silverio, aunque a diferencia de éste, Khan sí tiene talento y carisma.
De la portada del álbum no hay mucho que decir. La estética kitsch en su máximo esplendor, como el afiche de una inexistente película protagonizada por Valentín Trujillo y Kalimán.

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