Metal Music Machine, sexo mecánico, drogas sintéticas, rock and roll vanguardista y las barreras entre el ruido y el arte.

Por: Arturo Diaz


Para el momento en que este disco se hizo Lou Reed era toda una sensación en la música. Había lanzado el Transformer y el Berlin (producidos por David Bowie y Bob Ezrin respectivamente), ambos grandes representantes del Glam Proto Punkiano que el Sr Reed había depurado y decantado tras años de experimentación en la Velvet Underground. Así que el hijo prodigo de la Factory Wharholiana estaba en su mejor momento, gozaba de una prolífica carrera como músico, se le apreciaba como una leyenda del rock y era reconocido como uno de los grandes vanguardistas de la época. ¿Cuál era el siguiente paso? Lanzar el disco más pinche ruidoso, molesto e indescifrable de la historia de la música (neta, hace sonar a Anal Cunt y esas putadas de Grindcore como música para bodas).

La fórmula que el buen Lewis Allan Reed decidió utilizar consistía en dos preceptos básicos. El primero: apreciar como ruido todo fenómeno sonoro que nos rodea, entre ello la música; una emisión de ondas sonoras que bajo determinadas circunstancias es o no melódica y que si bien puede llegar a ser de estructura muy simple o compleja, al final sólo es energía. El segundo: ligar el arte y la música con un concepto ideológico y con un statement bien claro; una declaración de principios que Reed necesitó para desligarse del mainstream y que lo hizo inaccesible para las masas, pero lo elevó inmediatamente a los altares del culto. Fenómeno equiparable e inversamente proporcional a lo que hizo en el mismo año Brian Eno con el Discreet Music. Las variaciones son simples, Eno se fue al lado contrario utilizando el silencio y Reed el ruido extremo.

El Metal Music Machine fue lanzado en 1975. Todavía no existía el punk como tal (el Nevermind the Bollocks de los Pistols salió hasta el 76, aunque los Stooges ya habían editado el Raw Power en 73 y el Fun House en 70, todavía no se considera punk) y lo más cercano a la vanguardia era el trabajo de Eno con un Ambient temprano. Trabajo que, como ya mencioné, es posiblemente lo más cercano al MMM conceptualmente hablando. El álbum es recibido negativamente y considerado una mamada, haciendo ver al ex Velvet como un cabrón presuntuoso. El disco fracasa en ventas.

Con el paso de los años Reed no sólo justifica el álbum, sino que lo considera uno de los mejores trabajos que ha hecho. Lester Bangs lo proclama el mejor disco en la historia del rock. Y una generación próxima está a punto de retomar los sonidos industriales (ya se había hecho con la música dada italiana).

Existen numerosos factores que postran a este álbum y lo suspenden en el limbo como un material maldito. Un disco tan impresionante por el contexto que vale más por lo que le rodea que por el mismo valor sónico. Algo que podría sonar ridículo tratándose de un material musical, sin embargo las numerosas particularidades de este maravilloso experimento hacen que valga la pena conocer la historia. Por un lado la forma en que se hizo, un experimento de Feedback o retroalimentación basado en colocar dos guitarras que, aunque suene extraño, se tocan solas. La técnica consiste en colocarlas una frente a otra (con sus respectivos amplificadores) y sólo propiciar el sonido en una, la cual a su vez, y gracias al ruido que provoca, hace que las cuerdas de la segunda vibren y emitan un sonido diferente, creando una melodía infinita de conversaciones que son intermitentemente intervenidas por Reed. La música tocándose a ella misma.

Reed confiesa que cuando grabó este álbum estaba hasta el culo de drogado y que él mismo considera que es un disco insoportable. No obstante, esto no impidió que algún bienaventurado no sólo escuchara el disco, sino que lo tomara como referencia y de ahí construyera algo increíble. Y esa es la historia del primer pescado acaramelado, digo, de los inicios del rock industrial, el shoegaze y el noise.

¿Y a qué suena el MMM? Las comparaciones van desde estar en una estación de autobuses, ponerle un micrófono al taladro de un dentista, grabar maquinaria pesada descompuesta, hasta el estertor de la muerte. Personalmente considero que no suena tan mal e incluso que por momentos es bonito. ¿Lo recomiendo? Eso ya es otra historia, pero si te gustan los Nine Inch Nails, Front 242, Nitzer Ebb, KMFDM, Sonic Youth y quieres saber de dónde viene su loquera o te interesa molestar a tus vecinos y sacar de onda a tu sacrosanta, Metal Music Machine es el disco ideal. Por cierto, los dos últimos minutos de la parte IV es lo más chido: la pura pinchi loquera.

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